domingo, 26 de febrero de 2012

El CSIC investiga si un científico de Doñana alteró estudios

Jefes y colegas denuncian a un veterinario al sospechar de miles de datos de virus en aves

El experto en patógenos defiende su trabajo, pero admite un problema de "falta de confianza"


El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha abierto una investigación por lo que podría ser uno de los mayores fraudes científicos de España. El CSIC investiga si Jesús Ángel Lemus, veterinario contratado en la Estación Biológica de Doñana (Sevilla), alteró o inventó datos en decenas de estudios durante años. Lemus fue denunciado por jefes y compañeros el pasado 23 de diciembre. El investigador trabajó antes en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y en el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos y ha firmado una veintena de estudios en revistas prestigiosas como Science o Plos, por lo que la retirada de estos artículos sería un duro golpe para la ciencia española. Lemus defiende sus resultados, aunque afirma que desconoce la investigación en marcha.

El 23 de diciembre pasado, el subdirector de la Estación Biológica de Doñana, Juan José Negro, envió una carta de tres folios denunciando el caso al presidente del Comité de Ética del CSIC, Pere Puigdomènech. La carta, a la que ha tenido acceso este diario, la firman también el director de la estación, Fernando Hiraldo; el tutor de Lemus, José Luis Tella; Guillermo Blanco y otros cuatro científicos que han firmado trabajos con él. Afirman que dudan “de la calidad y veracidad de los ensayos analíticos encomendados a Lemus, y que ya han sido publicados en varias revistas científicas”. Reclaman al CSIC que les asesore sobre qué hacer “con las publicaciones que ya han visto la luz”. Todos ellos han firmado trabajos con Lemus y dicen sentirse engañados, ya que una posible retirada de los artículos científicos afectaría negativamente a sus carreras.

Lemus, de unos 38 años, trabajaba con una beca posdoctoral de la Junta de Andalucía de Ampliación de Estudios del CSIC. Como veterinario, se encargaba del análisis molecular de las muestras que los investigadores tomaban en el campo. Así, ha firmado artículos sobre la presencia de patógenos (virus, bacterias y hongos) en multitud de aves: quebrantahuesos, águilas imperiales, buitres, cuervos…


Los trabajos han sido publicados en varias revistas internacionales

El caso estalló definitivamente en abril de 2011, cuando en un estudio realizado en cotorras de Barcelona, Lemus halló que más de la mitad de las muestras estaban contaminadas con la bacteria Chlamydophila psitacci. Este microorganismo produce la psitacosis en las aves, una enfermedad transmisible al hombre. Esto, que de ser cierto supondría una amenaza para la salud pública en la ciudad, puso en alerta a investigadores del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona.

Cuando intentaron reproducir los resultados, sus compañeros y superiores tendieron una especie de trampa a Lemus. Ya en verano le enviaron muestras de plasma sanguíneo de aves con el etiquetado cambiado. Las que aparecían como procedentes de zonas contaminadas eran animales que no tenían ningún problema de salud y viceversa. En paralelo, otros investigadores mandaron una copia de todas las muestras al laboratorio de referencia que el Gobierno tiene en el municipio de Algete, en Madrid.

“El resultado de la comparación de ambos análisis fue una gran falta de congruencia”, según la denuncia al Comité de Ética del CSIC que enviaron más tarde sus superiores y compañeros. Los resultados no solo no eran reproducibles, sino que eran radicalmente distintos a los del laboratorio de referencia, que dio una presencia del patógeno muy baja, como es habitual.

La denuncia reconstruye en orden cronológico el caso. Allí cuenta cómo el 5 de octubre pasado, en una reunión en el Museo Nacional de Ciencias Naturales en Madrid, su tutor y la cúpula de la Estación Biológica de Doñana comunicaron a Lemus sus dudas sobre los resultados de sus investigaciones.

Lemus les pidió unos días para aclararlo todo y la reunión quedó fijada para el 10 de octubre. Ese día, según la denuncia, “acudió al museo, pero, sin siquiera llegar a sentarse para dialogar, se ausentó del centro sin dar más explicaciones”. Desde el 24 de octubre, el investigador no contesta al teléfono ni responde al correo de sus colegas ni los de la comisión que le investiga, según Hiraldo.


Uno de sus análisis planteaba una amenaza parala salud pública

Lemus asegura por teléfono que desconoce buena parte de lo que está ocurriendo: “Me han dicho que no se creen los resultados. Es un tema de falta de confianza, pero no tengo mucho que decir”. Y defiende sus trabajos: “He publicado todo bien. Nadie ha dudado de la veracidad de los resultados ni de la metodología”.

Los miembros de la Estación Biológica de Doñana siguieron la investigación y rastrearon los centros con los que Lemus decía colaborar. Contactaron con la Universidad de Utrecht (Holanda) y con la empresa Ingenasa de Madrid, que supuestamente “habrían realizado los análisis de patógenos con técnicas moleculares”. El centro de Utrecht —siempre según la denuncia— negó la existencia del científico que supuestamente ayudaba a Lemus y en la empresa de Madrid, aunque conocían al investigador, afirmaron que no habían trabajado para él.

Puigdomènech admite que es un caso sin precedentes, ya que lo normal son plagios o casos de malas prácticas aisladas. “Puede haber 10 o 12 artículos afectados, pero aún no lo sabemos. Si hay que retirarlos, lo haremos. Iremos hasta el final”. El problema es que los análisis afectan a miles de muestras recogidas durante años.

El CSIC aún no ha comunicado a las revistas científicas sus dudas sobre los trabajos. Afirma que antes de llegar hasta ese punto necesita concluir la investigación para no dar pasos en falso. Hiraldo, el director de la estación, pide prudencia: “Puede que usara un marcador erróneo en la muestra de cotorras. Queremos aclararlo, pero no podemos dar con él”.

El caso deja la duda de si realmente nadie pudo detectar antes los resultados anómalos.

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